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Pollock pensaría en dos o tres divisiones, no más. Lo arriesgado es la frontera entre las divisiones, no lo que dividen. Hay, en esas líneas divisorias, un terreno de jaloneo. La tangente, sutil, es donde ocurre la belleza. Un desarrollo mitigado por el tiempo. Todo, a final de cuentas, tiene duración. No existe el infinito. Al menos, no en el cuadro. Lo infinito nos indica una manera de acercarnos; pero una manera entre muchas, muchas más. Al final: la calma.