miércoles, 9 de diciembre de 2009

El secreto encanto de las ciudades petroleras

No se respira cualquier cosa: en el aire flota lo nacional, lo valioso, lo que da 40% de PNB y hasta sobrantes para caja chica, saqueos y uno que otro hospital rural (perdón: centro de salud, que les llaman). También hay una premura en las personas: sí, se quiere llegar a alguna parte, bien metida en las entrañas del gigante, que asegure suficiencia económica y posibilidad de gafetear a gusto en oportunidades de desquite con la autoridad. ¿Mencioné la identidad? Me da por pensar en un orgullo irascible, gris, necesitado de evidencia. Pero qué importa: no se vislumbra cambio de estilo, a menos que ocurra lo impensable y, como decía el poeta, a nuestro hidrocarburo (ojo: NUESTRO) le de, finalmente y todo travesura, por esconderse debajo de una cima de sal o entre caprichos geológicos, bellos pero impenetrables.

No hay comentarios: