martes, 10 de febrero de 2009

Autor de tristezas y, claro, grandezas


"Los detectives salvajes", de Roberto Bolaño
(cuánta tristeza, ¿no?)
Es curioso: los personajes de la narrativa latinoamericana, poco importa si de luto o bajo fuego criminal, parecen estar siempre de fiesta. No estoy como para sentarme a pensar en ello. Pero llama la atención: otras literaturas no me semejan tal jolgorio. Por eso la extrañeza. Los personajes de "Los detectives salvajes", poetas pachecos, magníficos sin proponerse escribir ni una sola línea, dan tristeza. Ese devenir absurdo -lanzarse a la búsqueda de una poetisa oscura y menos accesible que ellos mismos- no es sino un pretexto menor para regodearse en ellos mismos, en su miseria, en la miseria de la vida misma y sus pasantes. Curiosa, la tristeza llevada así, a espaldas de un incierto azar (por que, a final de cuentas, ¿no es sino azar el destino?). Pero la novela no solo se lee bien y llena de tristezas: tambien es un arrebato y tambien se lee así. Hay maneras molestísimas de leer la tristeza: aquí no sucede ninguna de ellas. Bolaño, muerto joven, dejó un mundo donde la tristeza, el futuro desquebrajado y la ironía de ser completamente rutinario son un deleite.

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