miércoles, 11 de marzo de 2009

La razón a quien la tiene

 

Hace unos meses, a propósito de la salida en salas de la película Martyrs, decía yo que el cine francés actual se daba un respiro, luego de décadas de pretensiones y bandazos inútiles, y lo hacía siguiendo un esquema diferente. Sí, un esquema fundamentado en la fusión de un cine gore y de horror con lo más preciado del cine galo: la idea secretamente extendida de que el cine no es sino un pretexto para explorar la psique de los personajes. Joder, que sucede hasta en sus comedias más bobas y en su cine de acción (sic) más innoble e ingenuo. Y así se llegó a una fórmula que ya nos ha dado muchas cintas, todas ellas intentándose diferentes y todas ellas pretendidas muestras de que el cine francés respira, nuevamente, y lo hace a bocanadas que se dejan sentir por todos lados. Grosso modo, eso es lo que dije por aquí hace unos meses. Mi primo N. me refutó, alegando influencia asiática y no sé cuántas cosas más. Respondí a la defensiva, claro, y argumenté similitudes con el black metal –ese sí: fantástica y oscuramente bien logrado– sin mucho convencimiento. Total, que hace unas semanas vi Frontière(s), de Xavier Gens, peli anunciada como ejemplo de ese respiro tan  ­–ahora sí: sospechosamente– publicitado. Resultó poco menos que un fiasco: ni la violencia, ni la supuesta exploración de emociones, ni el dominio de la técnica (fotografía, sonido y hasta edición banales), ni mucho menos la trama son comparables con sus pares asiáticos. Ya me pregunto, humilde, si N. no tendría finalmente la razón: una peli no hace primavera y el cine francés, desafortunadamente, sigue preguntándose dónde carajos encontrarse…

 

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