Los Olmecas de Tabasco estrenaron ayer a un nuevo manager, Bernie Tatis, ya conocido por sus andanzas con los Diablos Rojos y Sultanes. A reserva de lo que algunos apasionados opinen, del juego de ayer –ganado penosa pero apoteósicamente con un homerun de 2 carreras en el cierre de la décima entrada– me quedo con una forma inusual de jugar: lo que los comentaristas de radio llaman béisbol pequeño, sí, ese que construye carreras y gana juegos a fuerza de estrategia, ventaja mínima y mucho, muchísimo riesgo. Y es que ayer la mayoría del público, avezada en ese béisbol que solo cree en batazos –hits, vuelacercas, globos– desaprobó un intento de squeeze play que, como todo manager sabe, otorga la gloria o la ignominia sin aceptar términos medios. Ayer, pues, se intentó y se falló. El público, insisto, demostró su cerrazón e ignorancia con chiflidos, gritos y brincos. Mi padre, curtido en ligas de béisbol oscuras y afiladas y que de esto entiende bastante, anticipó lo mismo la jugada que la reacción airada del público.
La gente, ya se ve, no sabe de béisbol.
Yo no sé de béisbol. Intento, intento aprender, asirme a esa belleza detenida y paradójicamente explosiva.
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