
(¿salva un cuento a todo un libro?)
Veamos: quien ejerce la crítica, se expone. Al publicar ficción, se revela: la disección como lectura. No se lee igual al crítico que al cuentista, claro que no. Uno busca pistas de eso que se aplaude o de eso que hace bostezar: al encontrarlas, el asunto parece concluido: el crítico cayó en la trampa. ¿O no? Los cuentos de Rafael Lemus, a quien sigo por entre las páginas de Letras Libres, no dejan de lado el objeto de la admiración: lo reconoce. Pero nada más. Parece que se agota al leerlos y no puede extenderlos, reinterpretarlos: dejar de ser crítico y convertirse en otro alucinado más. Salvo uno, los cuentos de este libro se agolpan en lo mismo, saben a materia predefinida y algo sosa. Aburren. Salvo, insisto, uno de ellos. Al final, ya perdida la esperanza y soltando un suspiro de derrota (la derrota es de todos, lectores y leídos), aparece un cuento fenomenal: el tema es otro, la manera de abordarlo es otra, el resultado -inquietante, posiblemente triste, fantástico- es otro.
Sí, 1/8 de libro sí que puede sernos bastante y suficiente.
Sí, 1/8 de libro sí que puede sernos bastante y suficiente.
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