Los destinos son ominosos. Algo de fatalidad ensombrece la frontera entre incertidumbre y consumación. El béisbol, como ninguna otra actividad del hombre, sucumbe –cual Sísifo en mallas– a la comedia: nada es tan impredecible como la resolución de un momento estático en el que todo, salvo la pelota, están quietos. Cuando las cosas se mueven, todo, absolutamente todo lo humanamente imaginable, puede suceder. Ya sucedió. Sucedió el domingo.
2 comentarios:
creo que si te gusta el béisbol , oye los extranie en la boda
Parace ser que las cosas vuelven a su cauce normal, 16-1 y a segunda ronda...Bueno, los pequeños placeres de la vida, el cesped, el olor del cuero, el sonido del viejo "crac" al golpaer la pelota en la madera...una tarde-noche de beisbol, en un estadio de grandes ligas, en el llano de la esquina, en donde sea.
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