Hay gente que sabe escribir. No, no quiero decir tomar un lápiz y pergeñar unas cuantas palabras para esbozar una idea. Quiero decir que hay gente que tiene el talento para hacer que las palabras sean más que solo medios: su fin y su justificación. Palabras contenidas en sí mismas y, sin embargo, abundantemente expresivas. Así, con elegancia y parquedad hermosas, así escribía Alejandro Rossi. Y me enteró de que se fue como si me enterara de que perdimos algo, de que todos perdimos algo. Deja, sin embargo, cosas valiosísimas. Publicó poco; lo necesario, tal vez. Lo recuerdo, en este momento, sobretodo por dos ocasiones:
· Rossi en una sala repleta –100 personas en ella, un triunfo– del Teatro de la Ciudad, en Monterrey, hablando mucho de la literatura y sus pormenores, de filosofía del lenguaje, de Octavio Paz y de poesía. Tocó, en poco más de media hora, temas cuyo hilo era la literatura (y, ya sabemos, ahí cabe todo); respondió, con paciencia de filósofo, las preguntas geniales y necias que surgieron, sin limitación de tiempo y, mucho menos, intelectual. Creo que todos los que estuvimos ahí salimos de la charla agradecidos y un poco más serenos ante una vida que de repente se vuelve mejor porque la literatura encuentra cabida en cualquier resquicio.
· Rossi como lectura en mi viaje de bodas. “Edén. Vida imaginada” fue excelente balance a un viaje de confirmación emocional. Puede sonar pretencioso, pero la lectura de la novela/memoria hubiese encajado perfectamente en cualquier momento, en cualquier lugar. Tal es, acaso, la fuerza mayor de Rossi: una lectura que no requiere del lector un humor o disposición particular. Una lectura que solo pretende –y encuentra, cómo no– alojarse en el espacio que forma la confluencia de nuestro gusto, de nuestro aprecio, de nuestras manías y de nuestra razón. Leer a Rossi en pleno inicio de una vida en común no hizo sino completar el estado delirante y a la vez reposado en que me encontraba.
(esta tarde hojearé alguno de esos textos breves y perfectos de “Manual del distraído” o “Diario de guerra”…)
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