De “El reposo del fuego”
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Sangre y humo alimentan las hogueras.
Nada mella el fulgor.
Y las montañas
reblandecen los siglos, se incorporan,
desbaratan su ritmo, son de nuevo
piedra,
mudez de piedra,
testimonio
de que nada hubo aquí,
de que los seres,
son del polvo también,
se tornan viento.
Ser de viento espectral, ya sin aullido,
aunque busque su fin, aunque ya nada
pueda retroceder.
El polvo es tiempo.
Es la tierra que da su fruto amargo,
el feroz remolino que suspende
cuanto aquí se erigió.
Sólo las flores
Con su orgullo de círculo renacen
y pueden esplender, soltar su aroma
y nuevamente en polvo convertirse.
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