La conjunción de la zozobra inminente y el disfrute egoísta de dos físicos demasiado estereotipados (guiño a The Big Bang Theory) me deja con ganas de reírme un rato. Y así, de repente, entre las risas, el recuerdo: Alcántara, compañero mío de la carrera de Ingeniero Físico Industrial en el Tec, era un divertido –a su manera, claro: era un acechador implacable y testarudo de singularidades. Una singularidad, explicado como lo entiendo, no es sino ese punto exacto que hace que una función matemática se indetermine, deje de tener significado (p. ej., dividir por cero). Encontrarle sabor a buscarle y rebuscarle a las funciones que veíamos en clase –y fuera de ella– su singularidad puede parecernos fútil y hasta fastidioso, pero ¡ah, cómo se divertía Alcántara!, la clase entera mirando atento el pizarrón para después de un rato, todo sonrisa, levantar la mano y preguntar: “Profesor, ¿qué pasa si sustituyo x^2 en el denominador por (c – y)^3?” – “La función se indetermina”. Pregunta retórica la de Alcántara y ya la envidiable satisfacción de quien dio en el blanco. Y nada, que me acordé de eso y de otras cosas. Coño, hasta los físicos podemos ser divertidos...
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