Me pregunta, uno de los colegas en la oficina, mi impresión acerca del comportamiento humano ante el desastre: ¿somos una sociedad solidaria en esta inundación? ¿O somos más bien apáticos? Y no sé qué responder. Veo, sí, que gente va y viene y se preocupa y ayuda y todo. Pero los demás, ¿qué hacemos? Poco o nada. Lo penoso es que esos que ayudan lo hacen llevados por la tragedia. ¿O me van a venir a decir que nuestra sociedad es solidaria porque sí? No, no lo es. Una cubeta llena de cangrejos, eso sí que somos. Insisto: la culpa de la inundación, la culpa de nuestro atraso cada vez más evidente, la culpa de nuestra ignorancia es de nosotros mismos. Achacar al gobierno, o a la malhadada ubicación geográfica (que nos hace banqueta de tormentas), o al complot de los ricos, o al complot de los pobres, o a Europa, o a Estados Unidos, o a quien sea, es una necedad y una irresponsabilidad: los culpables somos nosotros. ¿Cómo es posible, coño, que nos sorprendan los gobiernos corruptos e ineficientes cuando todos los días practicamos esa bajísima forma del descaro que ofende a la mínima civilidad? Porque tiramos basura a la calle, porque conectamos nuestros desagües al río, porque nos estacionamos en doble fila (y creemos aún que es nuestro derecho), porque pedimos y damos mordidas, porque nos esforzamos en que las cosas nomás no funcionen, porque manejamos como si nos hubiesen extirpado el cerebro, porque no sabemos ni tirar penales ni pegar jonrones, porque no sabemos ni leer ni escribir, porque golpeamos a nuestras mujeres e hijos, porque no denunciamos a quienes nos golpean, porque utilizamos una calculadora para sumar 60 más 40, porque el agandalle no es sino un modus operandi, porque TODO se nos olvida en meses, porque votamos sin saber ni a quién, porque exigimos sin saber ni qué, porque hacemos caso a “líderes” que avergonzarían a las izquierdas africanas, porque vivimos mal informados y lo aceptamos, porque somos unos agachones, porque no tenemos la menor idea del uso de las luces direccionales (que nuestros semejantes desarrollen la telepatía, mejor), porque antes que trabajar mejor pedimos, porque es mejor ver televisión que ayudarnos, porque no leemos ni medio libro al año (y eso, los universitarios, que no saben ni gramática ni matemáticas básicas), porque creemos que la cocacola sirve para cocinar y para detener la diarrea, porque no nos importa el resultado sino el espectáculo, porque nos quejamos pero no hacemos nada, porque mejor la piratería que la calidad, porque mucho de lo que admiramos es apología del narco y de la corrupción, porque etc. Me queda clarísimo que tenemos el gobierno, la sociedad y la vida que nos merecemos. Me extraña que nos vaya bien, a pesar de nosotros mismos...
2 comentarios:
Cuanta razon, mi estimado doc!
Muchas veces he intentado convencerme -en vano- que lo que nos falta es tiempo para llegar a ser un poquito mejores, no digamos ya primermundistas, no, simple y llanamente un poco mas solidarios, un poco mas respetuosos, un poco menos corruptos, pero no, ya estoy resignado que no es tiempo los que nos falta, lo que nos hace falta son ganas.
Cambiando radicalmente de tema,el Señor Murakami, te ofrece una nueva oportunidad de reconciliarte con su prosa, ya que se acaba de publicar en francia "Saules aveugles, femme endormi" 428 paginas de cuentos, si no lo puedes conseguir enviame tu direccion y lo ponemos inmediatemente en UPS.
Un abrazo.
Jorge.
No, Jorge, olvídalo: no hay esperanza. Y no la hay porque, sencillamente, los mexicanos no vamos ni queremos ni se nos pega la gana cambiar (para bien, quiero decir). Y el libro de Murakami hace ya un rato que aguarda su momento en mi biblioteca; espero que lave el mal sabor de boca del anterior y me devuelva a la sorpresa de las primeras, entrañables lecturas. Saludos enormes.
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