
(¿Bienvenidas´, así como así? ¿Ya pasada la pubertad? No sé...)
Leer un libro cuya contraportada alega Clásico de la literatura francesa levanta, lo menos, la expectativa de un libro disfrutable, diferente, bien escrito y mejor narrado, con personajes delineados y creíbles (incluso si de sci-fi o fantasía se trata). Pues bien: ¿qué, cuando no resulta así? ¿Qué, cuando comienza a todo vapor, tirando chispazos de ingenio y sabrosuras del lenguaje, y se desinfla a la primera de cambios? No sé, pero ya leer libros de iniciación -o iniciáticos o iniciadores o como prefieran- no es cosa que se disfrute si no se da de topes contra The catcher in the rye, ese sí alucinante viaje cuyo mayor desplazamiento es esa sutileza que llamamos madurez y que no viene de la mano ni con la edad ni con las responsabilidades. Es, simplemente, un encontrarse con el mundo e intentar asirlo, así sea tímidamente, así sea inconscientemente. Quizás si hubiese leído el de Sagan primero. O hace 15 años. Pero, hoy, no me deja sino apático, con ganas de dejar de leer promesas de solapa y zambullirme, así nomás, en lo que el calor, las ganas, el tiempo y la nostalgia nos pongan en las manos.
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