lunes, 25 de febrero de 2008

Una broma no tan divertida

Mi amigo Manel me lo comentó hace ya un par de años, pero no hice mucho caso, tomando las cosas más bien en broma. Mi amigo Carlos, hace muy poco, me lo recordó: la búsqueda de mi nombre en Google arroja, como primer hit, un blog donde un homónimo –o al menos eso creí al principio– comentó entradas y profirió un par de insultos a los que ahí escriben. Ello, en 2006. Un primer vistazo al asunto me causó risa: que un tocayo dedique esfuerzo a exaltar ánimos en Internet me pareció gracioso; dejé de reír cuando otro participante, convenientemente anónimo, les propuso a los demás llenar de improperios y otras finezas al tal Carlos Palavicini y daba ¡mi cuenta e-mail y mis teléfonos en Francia! A todas luces, alguien que me conoce usurpó mi nombre para entretenerse un rato. Perversa forma tienen de entretenerse los necios y los chatos de mente. Esto de tomar el nombre de otro para levantar el polvo y encender pleitos en línea no pasa tan mal, siempre y cuando todo quede ahí, detrás del escudo que es la red y su virtualidad. Pero ofrecer maneras de prolongar las ofensas y fomentar un contacto, digamos, personal, para agredir o responder –supongo que no positivamente– ya no me parece tan simpático. Afortunadamente, hasta donde recuerdo, no hubo decidido que levantara el teléfono o anotara mi cuenta e-mail para insultarme, y el pleitillo no pasó a mayores. O eso quiero suponer.

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