miércoles, 12 de diciembre de 2007

Insinuaciones de la democracia - ¿La razón de las masas?

La clara patología criminal que se observa en la conducta de Adolf Hitler, evidente en sus actos y discursos anteriores a la publicación de las Leyes de Nuremberg y al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, ha llevado a pensar a muchos estudiosos del carácter e historiadores militares que mucha de la devoción que el pueblo alemán sentía por él no era sino una fascinación mórbida provocada por las palabras incendiarias y recurrentes de Hitler. No se puede negar, obviamente, que su ascensión al gobierno estuvo plagada de violencia racista e intolerancia política. Pero reducir su éxito como líder a una mera suma de lugares comunes referidos a la seducción por la violencia nos separa de los elementos que verdaderamente definieron ese éxito. Hitler fue un auténtico líder político. En efecto, Hitler no solo razonaba cada uno de sus actos (incluso los más violentos y disparatados), sino que los sopesaba en función de su alcance y su peso político. Era, además, un excelente orador: tenía esa capacidad excepcional de combinar palabras incendiarias y contundentes con un tono que no decrecía en fuerza. Los documentos visuales de la época, sobretodo el filme “Triumph des Willens” (“El triunfo de la voluntad”, documental magnífico de Leni Riefenstahl), muestran a un público visiblemente enajenado y entregado a su Führer. Compendiando, Hitler reunía muchas de las características que definen a un líder nato: astucia e inteligencia sin igual, habilidad oratoria y capacidad para actuar de manera rápida y enérgica. Los desatinos en que incurrió durante la guerra, su falta de visión como estratega militar (como ejemplo, baste recordar la desastrosa campaña en Rusia) y su avidez criminal por exterminar al pueblo judío no disminuyen ni su importancia ni su valía como hombre político y líder.

(La foto, tomada en Nuremberg, justo ahí donde se citaban el Partido Nazi alemán y su Congreso -el de 1934 sirvió de guión y pretexto para el filme citado arriba-, un día de escapada de un simposio aburridón al que había asistido en Munich. Me acompañaban Thomas y Kathrin, mis fantásticos y cerveceros anfitriones. El sitio de la foto se utiliza hoy como venue de conciertos y festivales de rock, donde lo mismo se presenta Metallica que Robbie Williams)

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