Ya se anuncia, como se anunció la del libro: la irremediable extinción de la producción en masa de discos compactos, todos ellos víctimas de la digitalización, la piratería rampante y el desapego generacional a la obra completa. Ummmm, ¿será cierta la catástrofe? ¿Es ya inminente la desaparición del objeto faro de los 90s? No lo creo. Primero, ya el libro salió mas bien silbando y tan campante de la campaña mediática en su contra que alentaban los fabricantes de e-books y, ahora, los usuarios del Kindle. Puros gadgets complementarios, adminículos de viajero o vanguardista a ultranza. El libro, insisto, sigue ahí. Y lo mismo el CD, que ya no sabe cómo soportar los embates de la música digitalizada y su ubicuidad, ni esa absurda costumbre moderna – ¿lo es, realmente, o acumulamos en nuestra psique esa malísima costumbre? – de escuchar fragmentos de la obra completa. No, no hablo únicamente de la música clásica, donde de plano no entiendo – por absurdo, triste, metáfora de la falta de gusto – porque hay quien solo escucha los coros de la Pasión según San Mateo y deja a un lado arias hermosas, como el Erbarme dich y el Blute nur. O el primer movimiento de la 5ta de Beethoven y no esos dos movimientos intermedios que lo son todo y, acaso, más. Lo mismo con la música popular: ¿para qué comprar un álbum completo, si puedo hacerme del sencillo? Claro, 95% de los “artistas” actuales no sobrevivirán a ese único sencillo, pero, ¿y los demás, esos pocos que sí valen, que sí importan, que sí se importan? Segundo, ¿quién no comparte el placer de mirar portada, (h)ojear el librito, leer letras y agradecimientos, meterse un poco más? Y para terminar: en Internet encuentro más bien poco (y pobremente digitalizado) de lo que a mí me gusta y esta ciudad, escasa como lo es, me reserva sorpresas. Así, me las arreglo para que Amazon y esas salidas ocasionales de la ciudad me surtan de música clásica; ya mi dealer macuspanense encuentra cuanto grupo blackmetalero le pida, sin importar ediciones agotadas, ni disqueras oscuras y escondidas, ni aduanas ni nada. Cosa buena, por donde se le mire.
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