lunes, 28 de enero de 2008

Mozart, ese tan grande, ¿sobrevaluado?

Sí, y mucho.  Sin ánimos combativos –que, bueno, es inevitable encender con este tipo de comentarios-, no es injusticia colocarle a W. A. Mozart título tan voraz y despiadado como el de sobrevaluado. Pero, a final de cuentas, On ego rem, on ego hominem. Fíjense: se le ensalza por la numeralia, la cantidad, el virtuosismo al piano y la precocidad. Habrá quien agregue, sí, esto del genio que –lo reconozco, faltaba más– se respira y siente enorme en obras como el Réquiem, algunas sinfonías y cuartetos de cuerdas. Pero sale mal librado si se compara –porque, claro, si se ha de decir que es el mejor, hay que compararlo con sus pares–, ¿o habrá quien diga que alguna de sus sinfonías supera a las de Beethoven? Tararéese la 5ta sinfonía, recuérdesela o escúchela en toda su grandeza: verán. Claro, es cuestión de gustos: hablo por mí. Y, para mí, perdónese la insistencia, para mí Mozart es compositor de obras sobrevaluadas. Otra comparación: hasta el 3er movimiento del concierto para piano op. 16 de Grieg traduce mejor lo que de valioso existe en la humanidad. Quizás mi comentario inicial tenga mucho que ver –seguramente es así– con la ubicuidad de sus obras y con mi poca tolerancia a la ópera –de ésta, solo en highlights y tampoco todo–. Y ya encarrerado, ¿por qué no pensar en un Bach subvaluado? No ha habido –ni habrá, eso ya lo podemos ir asegurando­– músico mayor, más completo, más genial, más humano y trascendente: todo superlativo es válido, de veras que sí.

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