martes, 15 de enero de 2008

La religión como móvil musical

Un vistazo a mis gustos más marcados arroja lo evidente: la religión como móvil, como influencia mayor al momento de componer y ejecutar música tiene una relevancia inusitada en la música que escucho. Me corrijo: no, no la religión, sino la fe religiosa, si entendemos esta como un repositorio de dudas y una panacea a nuestros miedos, dilemas y desencantos. Me conmueven lo mismo las cantatas de Bach, cuya factura pareciera rutinaria, que los excesos del black metal satánico. De los últimos, me quedo con la brutalidad que forzosamente deriva de una angustia única y – da la impresión – compartida, de un desarraigo a todo lo vendible que tiene la bondad y lo bello. ¿Qué es lo bello?, me pregunto cuando escucho, realmente arrobado, cualquiera de los más finos muestrarios de decadencia, desesperación y tristeza. Refiérase, no sé, a lo primero y a lo último, a Emperor y a Deathspell Omega, a Darkthrone y a Kult ov Azazel. Ahora que, del lado barroco y casi tan actual, la belleza no solo es fácilmente definible: es casi requisito ineludible. Como poseso es como escucho las Pasiones, las cantatas, la misa en si menor - ¡la misa en si menor, coño! –. Pegar el brinco entre una y otra muestra de lo enorme y grande del talento humano es cosa de todos los días. ¿Cómo se sale de ahí? Cargado de portentos, lo mínimo...

2 comentarios:

help[1].txt dijo...

A ver primo, ¿lo bello o la belleza?; me perdì entre estos dos conceptos extrapolados ¿que no?

Saludos!
nellie

Carlos Palavicini dijo...

Mira, lo bello me acerca más a la experiencia personal. La belleza me hace pensar -y sentir, claro- en sublimaciones generalizadas, aceptaciones globales y dogmas. Uh, como que prefiero definirme por lo bello que me rodea, que no por la belleza, cosa nada discutible, ¿no crees?